Algunas cosas que qise mostrar... son mias y me llenan

lunes, agosto 07, 2006

Los lentes de la historia

Cualquiera que sea el origen del individuo; la historia de la cual nace su visión del mundo o la perspectiva que tenga de este, jamás él podrá ser objetivo. La necesidad implícita de cada ser de amoldar la historia suya y de la humanidad en un solo bálsamo, absolutamente mezclado, en el cual se hallan todo lo perceptible a través sus singulares lentes.

La historia de un individuo puede convertirse en la metáfora viviente del proceso de todos en conjunto. Cada uno de los que vivimos y nos llamamos humanos somos construcciones vivientes de las circunstancias, de los libros, de las personas y de la historia de estas. Somos imitación de miles de ejemplos, que a su vez parten de otros, somos material reciclado que a su vez tiene el mismo origen.

Las civilizaciones, todas y cada una, construidas por esos seres reciclados, todas y cada una con un antecedente humano, todas y cada una con un par de lentes propios desde los cuales admiran su entorno y se maravillan, todas y cada una creyéndose la poseedora del único par de lentes.

El reciclar continuo de reinos y naciones, la dinámica imparable de una humanidad cambiante, en la cual nada es seguro, en la cual todo muda de piel cada cierto tiempo, pero siempre tomando características de la piel anterior.

Un Carlomagno y su corte, todos creados sobre la base de lo que ellos creían ver de los antiguos, de los colores y formas que a través de los lentes propios adivinaba en el horizonte lejano de una historia pasada, todos como observadores activos y subjetivos de un acontecimiento tragado por el tiempo.

Nace un imperio, construye su historia, construye sus mitos, sustenta su poderío, recorre la mente de los individuos buscando homogenizarlos, tratando de plasmar en ellos un escape a su inminente desaparición, buscando en ellos su eternidad. Grecia desapareció, pronto Roma recicló sus huesos, construyó un nuevo orden tratando de hacerlo parecer viejo; Europa creció poco a poco amenazante, devoró a Roma pero ésta sobrevivió dentro del mismo nervio de la Europa naciente.

Todo se recicla en ese vaivén eterno, pero jamás nada es copia exacta, jamás se usan los lentes ajenos que se disuelven para siempre en mil pedazos, cada par de lentes nuevos consta de miles de ojos que observan.

La evidencia del cambio de piel se oculta, la nueva piel se aprende a valorar como única y eterna, se desvaloriza lo pasado y se cree en el progreso aparente del cambio. Se crean bases inexistentes, colchones de aire, como los que cada uno construye para evitar la angustia, la angustia de verse un cadáver sin posibilidad de trascender, se crean para ser admiradas y veneradas. La creación de explicaciones para mantener calmada la necesidad de manejar el entorno, la creación de verdades si es necesario.

La explicación necesaria, que de no existir, debe ser construida, la catarsis necesaria entre la historia y los individuos, la Eneida esperada de Augusto y creada por Virgilio, el reciclaje de la historia que crea espiral perfecta.

La pax romana, que hoy es la democracia occidental, la necesidad de una sola iglesia, un solo dios, un solo par de lentes; todo esto en lucha continua de ver quien prebalese.

Es la misma historia de la competencia de las especies, la eliminación de aquellas características que no sobrevivieron al tiempo, de aquellas que no supieron amoldarse a una nueva lógica y la aparición de nuevas que si cumplen con los requisitos de un mundo cambiante.

La renovación de las ciudades, los matices periféricos que se mudan al centro, la necesidad del cambio continuo, de nuevos trazos; los marginados que mudan sus conceptos, su visión prohibida e “indecente”, que al final se vuelve la oficial y reverenciada tradición reinante.

El cristianismo, culto de los esclavos y los pobres, culto de los más indecentes habitantes de una Roma pomposa y tradicional que reverencia a los dioses, eternos habitantes de las obras de arte y de supersticiones. Luego el cristianismo, culto de los reyes, culto de aquellos que se salvaran, el dios único y trino que ahora habita en la mente, en los corazones y en el arte misma de los más ilustres personajes, los demás son tan solo paganos, infieles.

La tradición que cambia, que eterna varía para mantenerse viva, las costumbres que camufladas se mantienen, con un pequeño barniz de nuevo que las protegen. La capacidad de adquisición de un nuevo significado para evitar la extinción total, él reciclare presente en todo ámbito.

La crisis griega, el termino de una sociedad en desorden, la disputa final por el control del cambio, separación del trigo al final del proceso.

La necesidad existente de crear lo eterno en un mundo efímero, la divinidad del circulo en un mundo de espirales, de un dios que no este atado a la voz cambiante de un niño que Será hombre para al final ser solo recuerdo. La necesidad de mantener los ritos, crear nuevos, siempre tener atado a su piel una tradición que lo sostenga, lo mantenga parado y no lo deje caer.

El choque entre las civilizaciones es el choque entre sus “verdades”, es la amenaza de que la verdad ajena se ponga por encima de la propia, del abismo, del fin del mundo, de la desaparición de lo concreto, de la desaparición del mismo tiempo.

La individualidad de las civilizaciones formadas por miles de individuos, los lentes ajenos de un historiador que no comprende lo que ve pero que cree que si lo hace.

La necesidad de la eternidad que surge en un individuo efímero y lleno de miedos, la necesidad de no perderse en un mar de tiempo, la necesidad de tener una historia y la certeza de una existencia real sustentada por sus mitos.

La historia echada en un diván siendo analizada por un psicólogo (historiador) que cree entender su existencia a través de la mirada de unos ojos viscerales que además se ocultan atrás de unos lentes ajenos a la misma historia.